domingo, 27 de diciembre de 2009

Calma


Un día me harté de todos. De ellos, de sus conversaciones ensordecedoras, de sus carcajadas. De sus movimientos que raspaban el aire, de sus pies que pisaban sin importar qué suelo. De sus miradas indiscretas, de sus pensamientos pervertidos.

Huí. No estoy segura cómo. Siempre me dio miedo viajar sola, por miedo a encuentros desagradables. Pero aquella vez eso no me importó. Ya no. Cualquier encuentro sería desagradable, y mi ira bastaría para aullentar al incauto que osara cruzarse en mi camino.

Dormí en habitaciones de hotel vacías de sentimientos. Me alimenté en tugurios secos de vida. Dibujé mi camino entre almas solitarias que no tenían nada que ofrecer.

Llegué aquí. No hay nada que describir, porque mis alrededores no son más que un reflejo de mi interior, y yo estoy vacía. Soy una cáscara hueca, un silencio cuando ya no hay nada más que decir. No se pronuncian palabras, porque no hay nadie para escucharlas. Así estoy bien, no tengo que pensar, no tengo que hacer como que olvido, no siento.

Aquí me quedo. Es mi lugar. Aquí te espero. ¿Vendrás?

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