miércoles, 30 de diciembre de 2009

Eso de...


Que tú eras el listo de la clase. Que yo era la marginada.

Que a ti nunca te gustó el pintaycolorea. Que a mi las manualidades siempre se me han dado bien.

Que nunca quisiste hacer esto con tu vida. Que sólo era la vía “fácil”. Que sólo vales para estudiar. Que yo no valgo para nada.

Que no escribes para que te lean. Que yo te leo porque sí. Que a nadie le gusta lo que escribes. Que no me gusta que escribas sobre mí.

Que nuestro encuentro no fue casual. Que yo no te estaba esperando. Que había “feeling”. Que nadie lo había puesto ahí.

Que tengo unos ojos bonitos. Que pivón no se puede llamar a un hombre. Que mis pies son pequeños. Que no me fijo en tus manos.

Que está prohibido decir “te quiero” aunque sea cierto. Que yo sé más que tú. Que estamos hechos el uno para el otro. Que esto es para siempre…

No te lo crees ni tú.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Calma


Un día me harté de todos. De ellos, de sus conversaciones ensordecedoras, de sus carcajadas. De sus movimientos que raspaban el aire, de sus pies que pisaban sin importar qué suelo. De sus miradas indiscretas, de sus pensamientos pervertidos.

Huí. No estoy segura cómo. Siempre me dio miedo viajar sola, por miedo a encuentros desagradables. Pero aquella vez eso no me importó. Ya no. Cualquier encuentro sería desagradable, y mi ira bastaría para aullentar al incauto que osara cruzarse en mi camino.

Dormí en habitaciones de hotel vacías de sentimientos. Me alimenté en tugurios secos de vida. Dibujé mi camino entre almas solitarias que no tenían nada que ofrecer.

Llegué aquí. No hay nada que describir, porque mis alrededores no son más que un reflejo de mi interior, y yo estoy vacía. Soy una cáscara hueca, un silencio cuando ya no hay nada más que decir. No se pronuncian palabras, porque no hay nadie para escucharlas. Así estoy bien, no tengo que pensar, no tengo que hacer como que olvido, no siento.

Aquí me quedo. Es mi lugar. Aquí te espero. ¿Vendrás?

viernes, 25 de diciembre de 2009

Incompatibles

Era en la cama, después de hacer el amor, mientras se fumaba un cigarrillo y me rodeaba con su brazo desnudo, cuando se le ocurrían las mayores estupideces.

- Creo que tú y yo no deberíamos casarnos – dijo una vez, el muy gilipollas.

Yo me quedé callada. Llevábamos poco tiempo juntos por aquel entonces, pero ya le conocía esos arrebatos filosóficos que le atacaban en determinados momentos. Al principio me alarmaba, porque todas eran frases un poco de enfermo de sanatorio mental (“Creo que deberías morir antes que yo.” Me soltó una noche después de habernos tomado algo por Malasaña. Inocente de mí, se me ocurrió preguntar por qué, y nos pasamos el resto de la noche enfrascados en un debate metafísico sobre quién escribiría los mejores versos para un funeral. Como para tomarle en serio después de eso…), pero más tarde, decidía ignorarle y esperar a que regresara la cordura.

- Te lo digo en serio – Movió su cuerpo y tuve que erguirme. Me miró a los ojos mientras me cogía de los hombros -. No somos compatibles.

Me di por vencida.

- ¿No lo somos?

- No, Caperucita, no somos compatibles. A ti te gustan las películas de acción, y yo sólo voy al cine a ver películas de autor; yo soy tacaño y tu derrochadora; a mi me fascina el arte contemporáneo y a tí no hay quien te saque de los impresionistas; a ti te encanta el mazapán y yo soy alérgico a las almendras…

Y yo, por seguirle el juego:

- Jefe, ¿Vas a dejarme utilizando un fruto seco como excusa?

Entonces parpadeó, como si despertara de una ensoñación. Se fijó en la sábana alejada de mi cuerpo, y observó detenidamente mi silueta desnuda.
Suspiró, pensó unos segundos qué decir, y terminó por darme unos de sus besos de ceniza que a mi tanto me gustan.

- Ni se te ocurra casarte con nadie que no sea yo. – Gruñó, y volvió a tumbarse. Como si nada hubiera pasado.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Llegó la Navidad...

...otra vez no, porfavorporfavorporfavor, otra vez no...

lunes, 21 de diciembre de 2009

Envidia

Te crees muy mala, con tus uñas pintadas de rojo y tu atuendo de secretaria sexy. Absurdo disfraz de femme fatale, negro y blanco, a mis ojos eres transparente. El cigarro entre los dedos no es más que un símbolo estereotipado de tiempo convertido en ceniza. No me gustas. Le dices a todos que pasas de los hombres, mientras les enseñas un escote diseñado para atraerlos como moscas. Tu hipocresía me repele, y sin embargo aquí estoy, escuchando tus anécdotas repetitivas de encuentros casuales y polvos en habitaciones de hoteles de lujo. Me pregunto qué argumentos utilizas para no creerte una prostituta de lujo. Toda carne y nada de ética, todo el mundo te ríe las gracias mientras en su cabeza te imaginan desnuda y gritando obscenidades.

Hacía siglos que no te veía, pero te he pensado muchas veces. Eras otra persona, en mi cabeza. Estabas vestida y murmurabas en vez de gritar, para empezar. Yo te creía sutil, inteligente, indiferente al mundo y su viaje a la ignominia. Ahora veo que en realidad eras un espía de ese mundo decadente, infiltrada entre nosotros, gente sin pretensiones ni mala baba, un poco insulsos tal vez, pero orgullosos de jamás haber hecho daño a nadie de forma voluntaria. Cumpliste tu objetivo de destrozarnos, pero de forma tan sutil que ni me di cuenta del veneno que eras hasta que me sentí morir.

Tus manos se mueven como pájaros volando, diría algún estúpido al verte gesticular. A mi me recuerdan más a garras. Mientras bebo, me las imagino cubiertas de lujuria, se pega a su piel cuando acaricias la cara de éste, posas la mano en el pecho de aquel, agarras la muñeca de otro. Ellos no lo saben, pero les estás cubriendo de deseo pueril, de obsesión enfermiza por poseerte, de creerse enamorados mientras les chupas la vida, femme fatale de pacotilla, odio en mi mirada, sangre en la palma de mis manos.

domingo, 20 de diciembre de 2009

El romanticismo ya no existe


Las escenas seleccionadas en este video son mi parte favorita de Cuando Harry encontró a Sally.
Pensando en el asunto de los primeros encuentros, del amor a primera vista, y del Destino y demás tonterías, me he preguntado cómo serán las historias de amor de los años venideros.
"Mis padres se conociéron un 19 de Diciembre de 2009, sábado, en el Copolla (Madrid). Mi madre llevaba una minifalda tan corta que, cuando se agachaba, lanzaba flashes de ropa interior rosa pastel a todo aquel que quisiera mirar (y al que no, también). Mi padre se enamoró de su escote made in sujetador con relleno del H&M, y cuando consiguió reunir el suficiente valor (o la suficiente cantidad de garrafón en sangre) se dedicó a restregarle el paquete contra la pierna, que era como se bailaba en aquel entonces. Mi madre se quedó prendada de la mirada ebria y descarada de mi padre, y dejó que le metiera la lengua hasta la glotis.
Ni se dieron el número de teléfono al despedirse, cuando los amigos de uno decidieron irse a una rave ilegal en Villaverde y las amigas de la otra decidieron que las 6 de la mañana era una hora estupenda para comer chocolate con churros (y vomitarlo después en cualquier árbol de Moncloa, una costumbre arraigada en los jóvenes de la época).
Pero el Destino quiso que se volvieran a encontrar esa nochevieja, en la Copérnico. Ella llevaba un vestido espectacular estilo saco de patatas con cinturón-faja. Él iba en vaqueros. Y cuando la vió, decidió que la haría suya. Al fin y al cabo, ya se habían visto dos veces, largo noviazgo para los efectos.
Y nueve meses más tarde nací yo. Mis padres no se casaron, porque por aquel entonces él tenía 27 años y toda la vida por delante, y ella 19 y un futuro deslumbrante como cajera del Primark (soñaba con llegar a encargada de la sección de señoras algún día). Yo no eché de menos la figura paternal porque mi madre mantenía una vida sexual activa y me presentaba a todos sus novios, y todos querían ser mis amigos.
Yo sólo espero poder encontrar a la mujer de mi vida igual que hizo mi padre. Éso me haría feliz."
Se me puede tachar de cínica, por censurar como una abuela nuestro modo de vida, o de inocente por pensar que todos tenemos derecho a un poco de romanticismo en nuestras vidas... Pero me parece tan triste que con lo desesperados que sonamos todos cuando hablamos de encontrar a la persona que nos haga felices para siempre, aun así nos lancemos de forma tan banal y gratuita a la búsqueda y captura de un trozo de carne, y diluyamos en alcohol y olvido el efecto que tiene las conversaciónes de las cuales recuerdas cada palabra, las miradas cómplices tras un chiste privado, el temblor de manos al rozar la piel ansiada, tan cerca y tan lejos... Debo de estar haciéndome vieja.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Karma


Creer es algo que nunca se me ha dado bien. A mi me gustan las cosas tangibles, medibles, valorables objetivamente. Por eso, igual que se me dio tan mal creer en un ser inteligente superior, esto de creer en cosas como el karma o el destino se me está dando fatal.

Aun así, me resulta ligeramente consolador pensar que, si aquel día no te vi, fue porque no debía pasar. Incluso sin aceptar la creencia de que todo lo que ocurre (o no) es por alguna razón, siempre me ha dado la sensación de que las cosas forzadas, llevadas a cabo tras mucho esfuerzo y superando demasiados obstáculos retienen el sabor agrio que adquirieron durante su gestación accidentada.

Con sabor agrio o sin él, a mí me habría gustado verte. Pero el karma debió pensar que mi última rabieta tonta se merecía un castigo, o el destino decidió que si me veías con esas ojeras dejarías de quererme. A lo mejor me estoy quejando por haberme perdido ese último ratito contigo, y en realidad debería estar agradecida de que no llegaras a ver mis caderas ensanchadas y mis pelos de loca. Tal vez, sea mejor que mi recuerdo final de ti se limite a una mirada tierna y un beso breve.

Tal vez todo sea para mejor…pero yo te sigo echando de menos.

martes, 15 de diciembre de 2009

Carta Blanca

Inicio -> Juegos -> Carta Blanca

Juegos Jugados: 200
Juegos Ganados: 100
Porcentaje de victorias: 50%

Fifty-fifty. Como el sexo del bebé. Si es niña la llamaremos Tristeza. Si es niño, Desengaño.

La boca me sabe a metal, a sangre. No me han golpeado ni me ha saltado un diente. La humillación no es pública. Nadie me observa. En realidad, me he mordido el labio, mascando un chicle, cuando el vómito de palabras me ha sacudido. No he podido evitarlo. Me he mordido. No ha sido nada sexy, mis ojos reflejan disgusto más que lujuria. Duele. He borrado las palabras, pero siguen ahí, en la comisura del labio, latiendo con mi pulso...doliendo.

Ni siquiera sé por qué. Y eso me enfurece. Cuando tienes un por qué, tienes algo que agitar mientras gritas "¡Ésto es una soberana basura! ¡Mierda! ¡Es mierda!". Pero así, no va. Coloco el diez de picas sobre la sota de corazones, y se acaban los movimientos.

Juegos jugados: 317
Juegos ganados: 108
Porcentaje de victorias: 34%

Aquí la imbécil soy yo. No hay más que discutir. No valen las palabras bonitas, no me digas que no es cierto sólo para consolarme, ¿No lo ves? ¿Lo quieres más claro? No quiero piropos, y reconoce que para eso valgo. Para nada. Para nada. La bondad tiene un límite. Y yo no te he pedido que seas bueno. No te he pedido que seas agradable. ¿Suena melodramático? No me importa. Coloco reina de picas sobre rey de corazones, y se acaban los movimientos.

Juegos jugados: 500
Juegos ganados: 108
Porcentaje de victorias: ...a quién le importa. Sigue jugando.

domingo, 13 de diciembre de 2009

¡Sofía, estudia!

-¡Sofía, estudia! - Exclamó mi madre un día.

Ojalá pudiera recordar cuando. Así mi presente de estudiante desastrosa, de hija rebelde, de oveja negra, tendría un punto de inicio, un lugar concreto dónde las vías del tren de mi vida se torcieron y me llevaron por el camino equivocado.

Conocer en qué punto mi destino final cambió, en que punto tomé un rumbo diferente, más patético incluso que el original, no serviría de mucho. Aunque algún alquimista chiflado digno de un cuento de Lovecraft descubriera una pócima que me permitiera regresar a ese cruce de vías, no lo haría. Yo es que soy así. No creo en las segundas oportunidades, y no confío en mí misma. No soy tan inocente como para creer que dada la ocasión corregiría mi caracter lo suficiente como para convertirme en la persona de éxito que mis padres desearían que fuera.

-¡Sofía, estudia! - Exclamó un día mi padre, quien solía dejar que los asuntos de los estudios los manejara mi madre, pero que aquel día, desquiciado por mi estupidez, me miró con consternación mientras pronunciaba la odiosa frase. Levántate y estudia, déjate de fantasías y estudia. Olvídate de vivir y estudia.

Tanta presión me ha dejado un poco trastornada. Me vuelve loca pensar que no terminaré mi carrera, que llevo seis años (¡seis años! ¡un cuarto de vida!) desperdiciando mi potencial de chica Bershka, que llevo una pequeña eternidad andando un camino que, una vez terminado, no llenará ningún hueco en mi alma. Me aterroriza de una forma particular pensar que tal vez no, tal vez termine la carrera, y las redes de la SS me atrapen por fin y no me dejen escapar. Que me conviertan en una recetadora sin alma ni ilusión por vivir. Me aterroriza lo suficiente como para que me encuentre aquí, sentada en una especie de banco metafórico, silbando alguna gilipollez y mirando cómo me pasan estas cosas, pensando "Dios, esa chica está jodida", sin darme cuenta de que esa chica soy yo.

Si me levantara y estudiara, probáblemente podría decirles de qué trastorno psiquiátrico estoy hablando. Pero no.

Una de mis pesadillas recurrentes es que alguien tenga la brillante idea de colgarme del techo atravesando mi blanca piel (tipo moreno-flexo) con ganchos y me deje ahí para los restos... Otra de mis pesadillas recurrentes es salir de casa y que gente que no me conoce de nada y a quien no le importa una mierda mi vida, me dedique la infame frase al cruzarse conmigo. ¿Se lo imaginan?

-¡Sofía, estudia! - al comprar el pan.
-¡Sofía, estudia! - al subir al bus.
-¡Sofía, estudia! - al entrar en el hospital...

Terrorífico.

Acabaré con una fobia simple, de esas con evitación y crisis de ansiedad, pero de "miedo irracional" no tendrá nada. Será con premeditación y alevosía.

Ahora les tengo que dejar. Me voy a estudiar.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Póngame tres bolas, y en cucurucho.

Es...como esa heladería por la que pasas todos los días. Nunca te habías fijado en ella hasta que te la señalaron con el dedo, y te dijeron, "es la mejor". Y ya desde entonces no podías evitar mirarla cada vez que caminabas por delante, pero nunca tenías una excusa para entrar, hasta que un día te encontraste con suelto en el bolsillo y te decidiste a probar.


Cuando te encontraste en su interior, te decepcionaste un poco. Esperabas un mundo de sabores y olores, pero bien es cierto que en las heladerías no huele a nada, y que ésta en particular no presumía de experimental, sino de hacer de los clásicos las obras maestras que son. Pero, mirando la carta, descubriste que sí que había un sabor especial: estaba escondido a plena vista, en medio de la lista de sabores corrientes (de sabores de esos que el camarero recita al final de la comida cuando has pedido menú, y antes de que empiece ya sabes qué vas a pedir, pero preguntas de todas formas, por joder). Leíste con detenimiento el nombre, y no podías creerlo, ¡era el sabor perfecto! Tenía todo lo que siempre habías querido en un helado... Pero no te atreviste. ¿Y si no me gusta? ¿Y si me decepciona? Si sale mal, jamás podré perdonármelo. Habré perdido un sueño. Por golosa. Por avariciosa.

Así que ese día, descolocada, te fuiste de la tienda sin lamer nada.

Volviste otros días, qué remedio. Hiciste amigos, y os reuníais allí, y acabaste probando todos los sabores, saboreaste a todos menos a él. Siempre que mirabas la lista, tus ojos se enganchaban en su nombre unos segundo más, y por dentro te encogías imaginando tu lengua en contacto con su frío. Pero jamás reunías el valor suficiente, nunca era el momento, siempre había opciones más seguras que elegir.

Hasta que...un día te encontraste sola en la tienda. Miraste la carta, y te quedaste paralizada. Alguien había escrito a boli una carita sonriente al lado de su nombre. Y te diste cuenta de que era el día, de que ya no había vuelta atrás. Te acercaste a la barra, y susurraste su nombre lentamente, como si fuera un hechizo..."Póngame tres bolas, y en cucurucho."

Era ácido, pero con un toque dulce que jamás imaginaste. Suave, pero sabes que jamás lo olvidarás. Podrías pasarte horas disfrutándolo, pero sabes que en pequeñas dosis no te cansará nunca, y no quieres cansarte jamás.

Ahora te preguntas, "¿porqué demonios no lo habré pedido antes?"...y tiras el cucurucho a la basura.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Dolor y placer.

Hoy me he quemado la punta de los dedos. Tengo el pulpejo enrojecido y dolorido, y todo lo que toco, duele. Intenté beber un vaso de agua, y cayó al suelo, hecho añicos. Intenté escribirte un mensaje, tonta de mí, contándote lo que me había pasado, pero fue inútil. Ardía, dolía, mataba.

Incluso ahora, cada tecla que pulso es un pequeño calvario. El dolor se extiende por la palma de las manos hasta los hombros. Me produce escalofríos y me hace fruncir el entrecejo, pero sigo escribiendo. Tac,
tac, tac. Puede parecer tortura china. Si observas mis ojos, llenos de lágrimas, no habrá forma de convencerte de que no lo es. De que en realidad, hago esto porque quiero. Si me das la opción de parar y mojar mis deditos en agua fría, en agua congelada, en agua medicinal, no pararé. Me limitaré a mirarte entre la bruma de mi tormenta lacrimal y a sacudir la cabeza con tanto ímpetu que darás un traspiés, igual que si te hubiera gritado, ¡NO! Con todas mis fuerzas. Y es que escribir me duele, pero es lo único que soporto, porque me lleva hacia mi objetivo, me acerca a él. Necesito contarlo, necesito que lo sepas. Déjame terminar, ya me curarás, ya me consolarás…

He sido tonta, una vez más. Se ha sentado delante de mí, y me ha mirado, una vez más. Y yo, hipnotizada, ¿Qué alternativa tenía? He alargado mi mano, una vez más, y he rozado su piel, con la punta de mis dedos… Lo sé, soy idiota, no te pongas así, ¿Qué opción tenía? Lo he vuelto a hacer, he tocado su piel… Y me he vuelto a quemar.

martes, 8 de diciembre de 2009

Las desgracias son inspiradoras

Sólo escribes cuando sientes el impulso de hacerlo.
Sólo sientes el impulso cuando te sientes desgraciada (y, admitámoslo, muchas veces te encanta sentirte desgraciada, es cuando mejor escribes).
Estás acostumbrada a regodearte en las desgracias, tus libros preferidos son tristes y melancólicos, tus películas preferidas no tienen final feliz.

Supongo que aburrirte en casa como una ostra sólo puede perpetuar esta situación. Es más melodramático (¡maldita palabra!) encerrarte en tu habitación y llorar porque nadie te llama, porque nadie se acuerda de tí, que salir a la calle y desahogarte. ¿Dónde está el romanticismo en reírse a carcajadas?

Pero te encanta escribir. Es la oportunidad perfecta para utilizar palabras de cuatro sílabas, para pronunciar "regodearte" y notar el enredo de la lengua, aunque sólo sea en tu cabeza. Escribes y escribes sobre verdades a medias y mentiras al por mayor, sobre sonrisas que no existen y miradas que jamás deberían haber existido, todo muy oscuro, todo muy sobrecogedor...

Y así, contésta a mi pregunta. ¿Que escribirás el día que seas feliz?

lunes, 7 de diciembre de 2009

"Les gustas a todas porque eres la novedad..."


Es lo que le solía decir un amigo mío a otro, que se jactaba de tener a todas las chicas de su nuevo instituto peleándose por él. Se desinfló como un globo tras esa frase, soltada con toda la mala baba que puede crear la envidia.

Pero suele ser cierto. Igual que en ocasiones mostramos un interés desproporcionado por las novedades, tendemos a menospreciar lo antiguo, lo que lleva en nuestras vidas tanto tiempo que hasta hemos olvidado cómo llegó hasta ellas.

Este blog es nuevo, y por eso debería ser motivo de interés y curiosidad para mí, pero lleva tanto tiempo desarrollándose en mi cabeza, que temo no tomármelo tan en serio como debería... A lo mejor por eso me encuentro tan a gusto.

0 expectativas. Todo ilusión.
 
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