domingo, 24 de octubre de 2010

Bestia

El día que lanzó la zarpa a través de los barrotes me dí cuenta de que habíamos traspasado la línea y ya no había vuelta atrás.

Me miró a través de los barrotes con furia y violencia, con frialdad impersonal. La situación se había descompensado por completo, y aunque en un primer momento llegué a pensar que todo era por mi culpa, esos ojos me informaron de que en realidad yo sólo jugaba un papel secundario en la tragedia.

Mientras me limpiaba la sangre que manaba de las heridas en mi brazo, analicé la situación. En el estado de salvajismo que habíamos alcanzado no cabían las explicaciones, no serviría de nada que yo le mirara con los párpados caídos y le susurrara que me perdonara, que le explicara que yo nunca busqué esto.

Comprendí que lo único que quedaba por hacer era sacrificarse. Sacrificarme.

Volví sin nada entre mis manos. Abrí la jaula y me lancé a sus fauces, y recibí el primer latigazo de dolor como si fuera lluvia en verano. Cerré los ojos, y pensé por última vez que al final tú tenías razón.

Jamás debí dedicarme a alimentar tu ego.

lunes, 4 de octubre de 2010

Borrones

Como una niña enrrabietada le arrancaste el papel de tu vida de las manos, y en vez de escribir con lápiz para poder borrar tus errores agarraste en tu puño menudo un boli rojo mientras mirabas desafiante al mundo entero. Esta es mi vida, en ella sólo escribo yo, en ella sólo escribo con este boli de mierda que no escribe muy bien y todo termina por leerse borroso, pero es mi boli, podeis iros todos a freir espárragos.

El boli de mierda se destinta mientras escribes palabras estiradas, odias a la gente glandilocuente y te ríes de los egocéntricos y aquí estás, censurando con tu boli rojo palabras sencillas como cerca o tú, o incluso yo, para en su lugar escribir inoportuno, grandilocuente, egocéntrico. Tus manos parecen llenas de sangre pero en realidad es la puta tinta, cóge un boli nuevo, pídele a tu madre que te lave las manos, deja de garabatear mierda y pregúntale a alguien cómo puedes aprender a escribir.

Como sigas así, acabarás mal: de tu vida sólo quedara un papel mojado lleno de manchurrones rojos que no pudiste hacer desaparecer, y ya será demasiado tarde, no quedarán lápices ni borradores. Ni tú, ni yo.
 
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