jueves, 24 de octubre de 2013

Redacciones

Ahora mismo debería estar escribiendo una redacción.

Me paro a pensarlo y me da un poco de asco, con esta edad y con esta vida volver a tener que escribir redacciones. 


Si me quedo reflexionando y me voy de paseo con este pensamiento y en vez de escupirle a la cara le miro directamente a los ojos y le lanzo un "¿Tú de que vas?" en realidad creo que lo que pasa es que he estirado tanto mi vida con afán de no moverme que en vez de ir hacia el futuro estoy yendo para atrás.


En cualquier momento me levanto y la única ropa que queda en mi armario son faldas azul marino y zapatos negros de charol. Y calcetines blancos con puntilla para darles la vuelta y parecer primorosa. 

Cómo me gustaban esos calcetines ridículos. Conjuntaban muy bien con mi personalidad ridícula. 

La redacción, ríanse conmigo, tiene como tema la infancia. 


Tachán.

martes, 19 de febrero de 2013

Ahogarse

Al final va a resultar que lo más dificil de vencer es la vida.

Citaría aquí a un cantante muerto al que parece obligado nombrar cuando se habla de las expectativas vitales y de lo que ocurre mientras no se cumplen, pero no me gustan las citas. Ni siquiera las de cena a la luz de las velas y paseo por la playa. 

Los seres humanos deberíamos flagelarnos por muchísimas cosas, pero solemos hacerlo por las cosas equivocadas, como por ejemplo, crearnos expectativas vitales. Yo no creo que debamos flagelarlos por crearnos expectativas. Resulta que lo que nos hace humanos es tener conciencia del pasado y del futuro y esperar cosas del futuro en función (o a pesar) de nuestro pasado.

El problema, sin embargo, es que tenemos expectativas vitales sin tener en consideración que ahí está la vida para dar por culo. Para ponernos las cosas difíciles. Para elegir cuidadosamente cuáles son los logros que buscamos con mayor intensidad y ponernos todas las trabas para que no podamos conseguirlos.

La vida me la imagino como un río. Me imagino el agua rodeándome por todas partes y yo sin conseguir hacer pie, lucho con brazos y piernas para mantenerme a flote, para sacar la cabeza del agua y escupir la que se me cuela por la boca hacia los pulmones, me imagino buscando con furia un amarradero, un pequeño caladero, un puerto que alcanzar para salir empapada y secarme al sol mientras dejo los pies en remojo y veo a los otros seres humanos luchando por nadar corriente abajo como si estar metidos en el río fuera el mejor plan de todos los que se les ha ocurrido. Me imagino a la vida metiéndose por mis oídos y llegando al cerebro e inundando mis conexiones neurales y descubriendo mi plan, enfadándose por la traición y extendiendo unos brazos líquidos a través de mi pecho, abrazándome con fuerza y llevándome al fondo.

Tampoco es que mis expectativas vitales sean la leche, alucinantes y superoriginales. Pero son mías, y a todo lo mío le tengo un apego especial. Como a mi gata, que es un poco tontina pero es mía. 

Lo que me frustra es que probablemente habrían sido alcanzables. Sólo habrían supuesto pelear un poco más con la vida, patalear lo suficiente como para confundir a la vida y nadar deprisadeprisa hasta ese pequeño amarradero, hecho de madera vieja y un poco destartalado, como mis expectativas. 

Pero no debí hacer las suficientes flexiones antes de que me tiraran al río, porque tengo los brazos cansados y los pulmones llenos de agua y he decidido que me voy a quedar aquí, dejándome llevar por la corriente, mientras la frustración me envenena un poquito más. 

A lo mejor así consigo ahogarme pronto.



 
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