lunes, 28 de julio de 2014

Carreras profesionales

Le dices a cualquiera que Caperucita lleva diez años preparándose para ser Princesa de Cuento y no se lo cree. 
Le explicas que cuando nació a los padres les dió una neura y que se empeñaron en convertirla en realeza a pesar de que en la sangre de la pequeña no existía ni una pequeña traza de color azul, y aunque no sea la primera vez que el personaje a quien le estás explicando esta historia tan interesante escucha algo parecido, el personaje te mirará como sin entender el idioma en el que pronuncias las palabras. 
Tal vez le cueste comprender lo que le cuentas porque no le encaja que alguien como Caperucita (que parece tener la cabeza bien asentada sobre sus hombros, que siempre expresa sus opiniones como si se las creyera de verdad, que mira por encima del hombro a quien le recuerda que la carretera de la vida esté llena de baches y de vez en cuando si no estás pendiente de la velocidad a la que vas, el bote que pegas en esos baches es tan grande que se te descontrola el manillar de la bicicleta y  te pegas la ostia padre, alguien así, cazurra) se deje manejar como una mariotena y permita que le pongan vestidos cursis y le enseñen a bailar el vals y a hacer reverencias, y se convezca de que ella quiere un hombre que la mantenga el resto de su vida sin siquiera protestar un poquito. O no, tal vez no lo entienda porque es estúpido y en general las historias de princesas le aburren. 
La realidad, sin embargo, es que Caperucita ha asumido su papel con ciertas dificultades internas pero sin armar mucho escándalo en público. Lleva diez años manchándose los vestidos caros con la salsa de pollo al limón del chino del barrio, le ha roto el dedo gordo un par de veces al maestro de baile y los príncipes le resultan superficiales y aburridos, pero persevera en esa cruzada absurda como si fuera un objetivo propio y no uno impuesto. A veces consigue enfuerecer a toda su familia y se escapa para pasear por el bosque con una indumentaria infinitamente más comoda que la que lleva normalmente, protegiéndose a si misma del exterior con una capa roja, y le habla al lobo de que es profundamente infeliz, y que sueña con ser otra cosa. Pero entonces el lobo le pregunta "Pero si no quieres ser Princesa de Cuento, ¿Qué quieres ser?" Y Caperucita se asusta porque no tiene una respuesta para esa pregunta, mira al lobo con dudas infinitas en la mirada y vuelve cabizbaja a casa.
Sin embargo hoy se ha mirado al espejo y en vez de arreglarse el peinado y buscarse pelos de gato en el vestido se ha observado los ojos tristes y las arrugas que comienzan a asentarse en su entrecejo de tanto fruncirlo y se ha dado cuenta de que esos diez años han sido una mierda infumable y que se siente profundamente deprimida, que sabe perfectamente que ella no quería ser Princesa de Cuento y que si sigue adelante con este destino absurdo, vacío y rosa se acabará arrancando los ojos algún día.  
Así que se ha quitado el vestido y lo ha dejado respetuosamente encima de la cama, se ha puesto su ropa cómoda y la capa roja y se ha dirigido al bosque. Cuando el lobo ha salido a recibirla, ella le ha mirado con furia y le ha dicho : "Ya se lo que quiero ser. Quiero ser Caperucita". Y el lobo ha sonreído, ha contestado que le parece muy bien y que él siempre la apoyaría. Caperucita se ha sorpendido, pero aun así ha corrido a esconderse en los brazos que el lobo le tendía,  y se ha refugiado en su abrazo. 

Y ahí sigue, esperando a que llegue la tormenta.

jueves, 9 de enero de 2014

No sé qué

No sé qué estoy haciendo.
No sé qué estoy haciendo pasada la medianoche despierta, a oscuras en mi salón iluminada exclusivamente por la luz de esta tablet que no me pertenece.
No sé qué estoy haciendo escribiendo ahora en un blog que ya no lee nadie, un blog que ya no leo ni yo, un blog que pretendía servirme de salvavidas al que agarrarme cuando esta vida que me he puesto por encima de la piel superara mi capacidad de actuar, y que al final se ha ido transformando y ha ido engordando y ahora no es más que otro eslabón de esta cadena que me oprime el pecho y no me deja respirar.
No sé qué estoy haciendo, pretendiendo estar bien cuando NO ESTOY BIEN y de nada sirve disimular porque aunque salga de este hoyo siempre habrá otro más adelante, créeme, lo sé bien, soy yo la que los cava.
No sé que estoy haciendo, creyéndome las mentiras que le cuento a la gente, prometiendo que voy a cambiar porque estoy harta de nadar en la mierda, si sé perfectamente que la mierda es mi mundo y que fuera de la mierda hace frío y estoy sola y no hay nadie con quien hablar.
No sé que estoy haciendo, aquí, no haciendo nada. 

 
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