viernes, 1 de enero de 2010

Trenes mecidos por la marea

Vivo lejos del mar. Las grandes superficies azuladas no se hicieron para que mis ojos las observaran. No hay rompientes de olas cerca de mí, no hay gaviotas, mi piel no sabe a sal.

Y sin embargo, oigo las llamadas de los barcos. Atraviesan la niebla de estos días fríos y húmedos, y alcanzan mis oídos cual cantos de sirena, susurrándome que huya, que corra hacia el mar.

Yo las ignoro, y vuelvo a sumergirme en papelajos y luz de flexo, como una planta artificial a la que no hace falta regar, a la que no hace falta hablar para que crezca. Asumo que me estoy volviendo loca de no pronunciarte, de no ver más que pared naranja delante de mí, de no escuchar más que silencio.

Pero vuelven a repetirse. Son breves, pero su recuerdo perdura, sus ecos se detienen en mis oídos y pasean por mis conductos auditivos como si jugaran a algún juego infantil de objetivo incierto. Y ya no puedo pensar en otra cosa que no sea el mar.

Los barcos cuyas sirenas me reclaman en realidad viajan por raíles, y sólo se mojan con la lluvia. Pero yo los imagino como en aquel viaje de Chihiro, cruzando inmensas llanuras bañadas en suave marea azul, con el sol reflejándose en ella para golpearme en los ojos y crear arrugas entre mis cejas asombradas.

No necesito un objetivo. No hay ninguna meta que alcanzar. Sólo un punto de partida, una estación de tren en medio del mar desde la que subirme a este dragón de la suerte que me lleve serpenteando entre las olas, lejos, lejos, lejos de mí.

Pero ya puedo soñar todo lo que quiera. Las sirenas seguirán sonando a lo lejos, alcanzarán mis oídos y bailarán con mis tímpanos su danza cruel. Y yo seguiré a la luz del flexo, haciendo fotosíntesis ineficaz, y pensando en ti.

1 comentario:

  1. q pasa? se te ha olvidado la contraseña para entrar al blog y poner entradas nuevas??
    :P
    llámame

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