Cuando yo me dedicaba a cazar mariposas con las manos, tú hacías lo que tocaba: aprender, engullir información, almacenarla como si te hubieran contratado de becario en una nueva biblioteca de Alejandría.
Yo te espiaba por el ojo de la cerradura, mientras doblabas tu espalda sobre los papeles desdibujándolos con tus rayajos, y no deseaba ser tú, te deseaba a tí.
Pero perseguí a las mariposas mas allá del camino marcado, y me perdí.
Cazar mariposas con las manos es algo que nunca conocerás, y tal vez así sea mejor, pero ahora me arrepiento de no haber abierto la puerta y haberme acercado por detrás a darte un abrazo y decirte: no te preocupes, pase lo que pase estaremos bien. Esto de quererte es para siempre.
jueves, 27 de mayo de 2010
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¡Qué bonito!
ResponderEliminarme gustó
ResponderEliminarNunca te arrepientes, tan solo reconoce que habían otras acciones dentro del plan.
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