lunes, 22 de febrero de 2010

Rotuladores y botas de agua

Caperucita debería haber aprendido ya que es una persona completa, definida, con bordes recortables, con límites precisos, y que todo eso está bien, y que seguirá siendo así aunque tú te escapes lejos de su alcance.

Con qué facilidad olvida que antes de que llegaras ella vivía a sus anchas sola. Que la soledad no le pesaba, que pasear por el parque bajo la lluvia ya lo hacía con placer antes de que te cruzaras en su camino, que el suelo que antes pisaba sin miedo sigue estando ahí y sigue llevándole a lugares interesantes. Que hasta el momento en que te le apareciste, fantasma gafapasta, ella tenía cogidas las riendas de su vida con firmeza, y que esas riendas siguen al alcance de su mano, y que basta que haga el mínimo intento para que regresen.

Hoy llueve, y Caperucita ha decidido no salir a la calle, pero no está muy segura de si es porque ayer ya se caló los pies y le fastidia tener los pies mojados, o porque te echa de menos y ha decidido hacer huelga de tristeza.

Caperucita a veces es un poco tonta, pero esta tristeza se le pasará. Piensa contar los días como una cuenta atrás expectante, y se hará la interesada cuando le traigas souvenirs de tus viajes, pero en realidad estará más pendiente de tus manos, se beberá cada gesto de tu cara, se alimentará del sonido de tu voz, y se acurrucará en tus abrazos hasta que decidas volver a huir.

Mientras tanto, piensa ir a buscar un rotulador impermeable, grueso y muy negro, y va a delimitar sus bordes con firmeza, pintará la linea de puntos a rayas y esconderá todas las tijeras, se pondrá el impermeable y las botas de agua, y saldrá a la calle, a pisar charcos.

1 comentario:

  1. Qué bonito, bonito-bonito.

    Además, has logrado que no me acuerde de la lluvia de "Mi vida sin mi" hasta que he pensado comentar, y eso ya lo convierte en mi culpa.

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