lunes, 19 de julio de 2010

Julio

Obligada por el régimen estricto del toque de queda en mi casa, no salía con mis amigas los fines de semana.

Me inventé, movida por el aburrimiento, juegos estúpidos. Imaginaba formas de suicidarme, cerraba los ojos y respiraba hondo, como si buscara el olor a lluvia en el aire, y luego me sentaba en el suelo a escribir en mi cuaderno de tapas floreadas...

Me escurría hacia el fondo de la bañera mientras mi sangre dejaba caminos brillantes en la pared blanca del baño.

Agarraba los lados de la ventana y miraba el precipicio que descendía hasta el patio de vecinos, y dentro de mi cabeza gritaba ¡eres incapaz de hacerlo!, una y otra vez, hasta que me dolían las manos de la tensión y me dejaba ir, llorando en el suelo de mi habitación.

Cogía el teléfono y marcaba tu número, y protegida por un modelo antiguo sin identificación de llamadas te escuchaba preguntar, ¿quien es? una o dos veces y luego me hundía en el silencio que se formaba entre los dos. Siempre colgaba yo primero.

La vida es aburrida, cíclica. Crees que has superado tu adolescencia pero es mentira, tu adolescencia vuelve a ti de vez en cuando, y te toca mirarle a la cara y enseñarle tus cicatrices, y decirle que lo has superado, aunque sea mentira, pero ahora has aprendido a mentir, ahora te crees tus propias mentiras.

1 comentario:

  1. La adolescencia es eterna, pero el imperio parentnazi se acaba pasados los 18 (a veces más tarde, pero se acaba), gracias a... ¿el capitalismo?

    Hay que mirar más a la infancia, que esa sólo da caries (¡porque el resto de tu cuerpo es de goma! :D ). (Optimismo nada subliminal)

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