domingo, 20 de febrero de 2011

Papel

Y cuando se ha querido dar cuenta era domingo.

Y no había nadie dentro de la cama con ella, nadie a quien abrazar con las piernas y saludar con los labios, nadie con quien divagar mirando al techo en una habitación fría.

Hoy se ha dado cuenta de golpe de que ya no estás, de que no estarás por lo que se le antoja una pequeña eternidad, y de que o se pone las pilas o morirá en el intento de sobrevivir a tu recuerdo.

Sus sentimientos estaban muy contentos contigo, te creían su salvador, actuaban ciegos y se permitieron el lujo de prescindir de los demás y limitarse a mecerse entre tus manos de dedos largos. Pero hoy la miran con incertidumbre desde abajo, acaba de descubrir que llevan un tiempo arrastrándose por el suelo, debatiéndose entre esquivar sus pisadas o dejarse sucumbir a una suela, muerte por pisotón (ahora pisa fuerte pero no es confianza en si misma, pisa con fuerza porque tiene miedo a que el suelo haya desaparecido bajo sus pies).

Entre tanto desbarajuste sentimental se le olvidó comentarte que aún no había hecho los deberes y su esperanza de agarrar lo que le quedaba de ti en una especie de boceto cutre, compuesto por un collage de pantallazos, se ha desvanecido y a nadie le importa. Vuestro affaire de 8 bits se ha esfumado en el aire y ahora lo único que le apetece es llorar.

Tal vez tengas razón y en realidad no importe. Tal vez sea cierto eso que dices de que los recuerdos somos nosotros, aunque ella sabe que mientes cuando juras por tus cómics del Predicador que recuerdas lo que llevaba puesto el día que se enamoró de ti. Pero no puede arrancarse de las circunvoluciones cerebrales la idea de que los libros son mejores que los Kindle, y el papel gana a la piedra, pero también a las tijeras, y hubiera preferido mil veces que le hubieras escrito tres cartas cutres al estilo decimonónico a perderos con un click.

Siente mucho haberte hecho llorar...pero cuando se ha querido dar cuenta, hoy era domingo.

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